La infancia es una etapa clave para establecer hábitos que durarán toda la vida. Entre ellos, la actividad física ocupa un lugar prioritario. Y es que el ejercicio va mucho más allá de lo físico y su acción está presente de manera positiva en cada aspecto del desarrollo desde los primeros años de vida y durante la adolescencia.
En este blog te contamos cuáles son los beneficios de la actividad física en la infancia y por qué el sedentarismo puede perjudicar su desarrollo.
Muchos niños no se mueven lo suficiente. Pasar horas sentado frente a una pantalla frena el desarrollo físico, aumenta el riesgo de sobrepeso y debilita el sistema cardiovascular. Además, puede afectar al descanso, la autoestima e incluso a la capacidad de atención en clase.
Detectar este patrón a tiempo y buscar alternativas activas es fundamental para proteger su desarrollo global. La buena noticia es que nunca es tarde para empezar a moverse.
¿Y si el secreto está en hacer del movimiento algo natural y divertido? Para ello lo ideal es que el movimiento forme parte de la vida familiar. Un paseo en bicicleta, una caminata por el campo o un partido improvisado en el parque pueden convertirse en momentos compartidos que refuercen el vínculo familiar y favorezcan la salud.
El ejemplo en casa es fundamental. Si los adultos se mueven, los niños lo ven como algo normal. De esta forma, al crear rutinas familiares en movimiento contribuimos a la reducción de la dependencia de los dispositivos electrónicos.
Pero recuerda: no todos los niños disfrutan con lo mismo. Algunos prefieren actividades cooperativas, mientras que otros se sienten más cómodos en deportes individuales. Lo importante es respetar sus gustos y permitir que exploren distintas opciones hasta encontrar la que más les motive.
1. Mejora la salud física: moverse con regularidad ayuda a prevenir el sobrepeso, fortalece el sistema cardiovascular y promueve una buena salud ósea. También contribuye a establecer rutinas de sueño saludables y mejora la coordinación y el equilibrio.
2. Refuerza la salud mental: la actividad física genera neurotransmisores como las endorfinas, que ayudan a reducir la ansiedad, mejorar el estado de ánimo y combatir síntomas de depresión. Además, permite liberar energía y gestionar mejor las emociones.
3. Estimula el desarrollo cognitivo: diversos estudios han demostrado que el ejercicio mejora la concentración, la memoria y el rendimiento académico. Actividades que implican reglas, trabajo en equipo y estrategia también desarrollan habilidades de pensamiento crítico y toma de decisiones.
4. Fomenta la socialización y el trabajo en equipo: a través del juego y el deporte, los niños aprenden a compartir, respetar turnos, resolver conflictos y trabajar juntos hacia un objetivo común. Estas experiencias construyen autoestima y habilidades sociales fundamentales para su vida adulta.
5. Crea hábitos de vida saludables: incorporar la actividad física en la rutina desde edades tempranas ayuda a que los buenos hábitos perduren en el tiempo. Un niño activo tiene más posibilidades de ser un adulto activo.
En Grupo IHP contamos con un equipo de especialistas pediátricos que puede orientarte sobre cuál es el deporte o la actividad más adecuada para tu hijo y ayudarlo a conseguir un estilo de vida activo y saludable desde la infancia.