El avance tecnológico que ha tenido lugar en los últimos años en el campo de los sistemas de infusión subcutánea continua de insulina (ISCI) ha puesto a nuestro alcance nuevos modelos de bombas de insulina que, paso a paso, se van acercando a lo que en un futuro más o menos lejano serán los páncreas artificiales o bombas de asa cerrada.
Por desgracia, a día de hoy, no existe un tratamiento curativo de la diabetes mellitus tipo 1, enfermedad que suele debutar en la infancia y la adolescencia, y de la que anualmente se diagnostican 23 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en España, lo que la sitúa como la enfermedad crónica más frecuente de la infancia, junto al asma.
Es una enfermedad de naturaleza autoinmune en la que la célula beta del páncreas es dañada, perdiendo la capacidad de producir insulina y para cuyo tratamiento es necesaria la administración diaria de múltiples dosis de insulinas “lenta” y “rápida” a través de pinchazos subcutáneos. Lograr una administración segura, eficaz y que minimice las molestias a los pacientes ha sido uno de los desafíos a los que pediatras endocrinos, educadores e industria tecnológica han hecho frente desde hace décadas.
Básicamente, una bomba de insulina es un dispositivo que trata de imitar el funcionamiento del páncreas, administrando la insulina de forma continua a través de un catéter que se inserta de forma subcutánea. Antes de cada comida hay que dar la “orden” a la bomba para que infunda una dosis que permita metabolizar los hidratos de carbono que hemos ingerido, de la misma manera que hace el páncreas sano. Entre comida y comida, administra una infusión continua que es el equivalente a la secreción basal del páncreas.
El paciente dispone también de una herramienta integrada en el dispositivo que le permite calcular la dosis que es necesario administrar en base a la cantidad de hidratos de carbono ingeridos, el tiempo pasado desde la última dosis, su sensibilidad a la insulina y la ratio insulina/hidratos de carbono, es decir, la cantidad de insulina necesaria para metabolizar una porción (10 gramos) de hidratos de carbono.
En la actualidad están disponibles también sistemas que integran una bomba de insulina y un sensor continuo de glucosa intersticial que nos permiten afinar aún más el cálculo de las dosis de insulina, previniendo las temidas hipoglucemias. Existen ya algunos modelos que incluso se paran automáticamente de forma temporal cuando el sensor detecta que el paciente está en riesgo de presentar una hipoglucemia, mejorando sensiblemente el control metabólico de la enfermedad.
Los principales beneficios de las bombas de infusión continua de insulina son:
Como inconvenientes señalamos la necesidad de portar la bomba de forma permanente y la necesidad de cambiar el catéter subcutáneo cada tres días. Por ejemplo, aunque ya ha salido algún modelo sumergible, en el momento del aseo diario o en el baño recreativo o de competición hay que desconectar la bomba tras administrarse un bolo de insulina que cubra el tiempo de desconexión.
Actualmente, en España, menos del 5% de los pacientes diagnosticados de diabetes mellitus tipo 1 están siendo tratados con bomba de insulina frente al 15% de media europea y muy lejos del 45% de países como Noruega o Eslovenia.
Hay un largo camino por recorrer e IHP pretende estar a la vanguardia para ofrecer a sus pacientes el mejor tratamiento de la diabetes mellitus tipo 1 a través de una Unidad de Diabetes que cuenta con un equipo multidisciplinar que integra endocrinos pediátricos, educadores, dietistas-nutricionistas y psicólogos.
Desde comienzos de 2015 IHP comenzó a implantar las bombas de insulina y a educar en el uso de las mismas, con un programa atendido por técnicos, endocrinos y psicólogos. De momento es el único centro privado que lo realiza en Andalucía.