En una época en la que hacemos todo lo posible para proteger a nuestros niños, con campañas de uso del cinturón de seguridad, cascos, barandas para escaleras o prevención de accidentes domésticos, ¿es coherente que arriesguemos sus vidas por no protegerlos contra enfermedades que se pueden evitar con sus vacunas?
¿Qué está pasando? ¿Dejar a un niño sin vacunar es alguna forma de maltrato? ¿Es una inconsciencia? No sólo están arriesgando la salud de sus propios hijos al dejar de vacunarlos, sino la de muchas personas que están a su alrededor y que no están vacunadas, no por voluntad propia, sino porque hay lactantes que por su edad todavía no han podido comenzar la inmunización del Calendario. O quizás porque tienen defectos inmunitarios, están recibiendo quimioterapia, alérgicos, enfermos crónicos, diabéticos, VIH, etc.
La llamada “inmunidad de rebaño” protege a los no vacunados porque se aprovechan del resto de personas que, al estar vacunadas, hacen que sea más difícil padecer esas enfermedades concretas, y les ha servido durante un tiempo porque esta protección es válida cuando hay unas tasas de vacunación muy altas, pero lamentablemente esas tasas están bajando de modo alarmante.
Desde el inicio de las vacunas, por miedo o por desconocimiento, había detractores de éstas, pero la moda de no vacunar y el movimiento antivacunas comenzó con más auge a partir de 1998, cuando un médico, Andrew Wakefield, presentó en la prestigiosa revista científica LANCET un estudio que relacionaba el Autismo con la Vacuna Triple Vírica (sarampión, rubeola y paperas). El estudio era sólo sobre doce niños, una muestra muy pequeña, sesgada y sin ningún rigor científico. A raíz de este artículo, se realizaron muchos estudios con distintos resultados. Se demostró que había sido un fraude científico, hasta el punto que diez coautores del estudio, y la propia revista LANCET se retractaron y retiraron el artículo. Incluso el Consejo General Médico del Reino Unido prohibió a Andrew Wakefield ejercer la medicina por su actitud deshonesta e irresponsable en este país.
El sarampión se consideraba prácticamente erradicado y vuelve a haber brotes activos en Estados Unidos y en varios países de Europa. En Portugal ha fallecido hace muy poco una joven de 17 años, hay un brote importante en Italia y en Rumanía ha habido otros 17 recientes fallecimientos. También se han producido rebrotes de tos ferina, difteria y algunos tipos de meningitis. Igual ocurre con la poliomielitis, que hay zonas en las que por dificultad en la vacunación no se acaba de erradicar.
La mayoría de los autores coinciden en que no es recomendable hacer obligatoria la vacunación, sino que hay que educar a la población. Los no partidarios de vacunar a sus hijos se informan, aunque mal, a través de internet, donde encuentran artículos y teorías en contra de la vacunación sin ningún tipo de rigor ni evidencia científicos. Debido al enorme gasto que producen los brotes de enfermedades evitables por la vacunación, algunos países como Australia están tomando medidas con penalizaciones económicas y quitan los incentivos y beneficios sociales que dan por tener hijos si no están vacunados.
Después de la potabilización del agua, las vacunas han supuesto un descenso en la mortalidad y morbilidad infantil como ningún otro medicamento lo ha hecho en la historia. Aunque pueden producir algunas reacciones asumibles, las vacunas cumplen las más estrictas normas de seguridad, son muy seguras y salvan millones de vida al año.