Existen ciertos criterios que pueden orientarnos a considerarlos como no evolutivos y susceptibles de intervención, como, ser mayor de 6 años, cronicidad prolongada de síntomas que interfieran en las actividades y relaciones del niño o niña con los demás, en varios contextos, exacerbada e injustificada, con trastornos asociados y con un funcionamiento y estructura familiar que fomente los celos.
El factor desencadenante para su aparición suele ser el nacimiento de un hermano o hermana, y los cambios que sufre la dinámica familiar en las rutinas y el reparto de atención. Los factores que jueguen un papel importante en el mantenimiento del problema son el tener que atender al recién llegado, que supone menor atención al mayor, la rivalidad o la comparación entre ambos, que al mayor se le exijan muchas responsabilidades, se le castigue demasiado o se refuercen las conductas celotípicas. Otros factores que aumentan la probabilidad de celos son que el hermano mayor sea menor de 5 años, que la diferencia de edad sea inferior a 3 años, que los progenitores estén separados, o la preferencia por el padre o por la madre. Los celos tienden a aumentar cuando el bebé empieza a hablar o andar captando mayor atención de los adultos.
Aunque si el niño o la niña tiene un fuerte apego por igual con ambos progenitores antes del nacimiento de un hermanito habrá una mejor adaptación.