El frenillo lingual es una membrana que une la cara inferior de la lengua al suelo de la boca. Este pliegue está presente de forma natural en todas las personas pero, en ocasiones, su inserción en la lengua, su longitud o su grosor pueden hacer que la lengua pierda movilidad, ocasionando lo que conocemos como anquiloglosia (lengua anclada o atada).
Existen diferentes grados de anquiloglosia y de frenillo lingual corto que pueden evaluarse en consulta. La doctora Teresa Jiménez Tur, otorrino y coordinadora de la Unidad de Lactancia Materna y valoración de frenillo sublingual, ha destacado que no todos los frenillos linguales cortos ocasionan anquiloglosia, por lo que es frecuente que los padres y las madres se pregunten cómo pueden sospechar si sus pequeños presentan o no frenillo o anquiloglosia.
Ante la sospecha de que existe este problema es importante acudir a un especialista, ya que no todos los bebés que nacen con frenillo van a presentar los mismos síntomas. “Hay bebés con frenillo que no tienen problemas de lactancia y, aunque a veces los papás se planteen operarlos de forma preventiva, siempre recomiendo en frenillos no muy limitantes, esperar a ver cómo evoluciona la movilidad, porque con la propia lactancia materna y la introducción de los sólidos, la lengua va ganando movilidad y puede no hacer falta la intervención”, ha explicado la doctora Jiménez Tur.
Asimismo, la especialista de Grupo IHP ha señalado que en otras ocasiones, es necesaria la valoración por una logopeda especializada que analice cómo mejorar la movilidad antes o después de la cirugía. “Si cuando el niño crezca, detectamos nuevos problemas derivados del frenillo, plantearemos en consulta una intervención”, ha concluido.