Hace apenas un par de meses, nadie podía imaginar que en pocas semanas nuestra vida estaría centrada en el conocimiento de una cadena de ARN rodeada de proteínas y que fuéramos a dedicar la mayoría de nuestro tiempo al conocimiento del SARS-Cov-19.
Estamos constantemente conectados y cada día se comparten miles de datos, estudios, opiniones de expertos, etc. Se suceden videoconferencias donde investigadores comparten sus hallazgos y experiencias a diario y se evalúan nuevos tratamientos.
Información constante paralelamente a este intercambio de información se encuentra la que constantemente la población recibe en sus teléfonos móviles. Recibimos diariamente comentarios sobre remedios, tratamientos, métodos de prevención y toda clase de chismes, la mayoría sin base científica.
La aplicación de tratamientos no puede estar basada en experiencias personales o en la prueba acierto-error. Son necesarios ensayos clínicos controlados sobre determinado número de pacientes para poder establecer recomendaciones terapéuticas.
Hoy conocemos que la enfermedad covid19 tiene varias fases y que probablemente haya que adaptar el tratamiento al estadío en el que se encuentra cada paciente. Fármacos ya conocidos como hidroxicloroquina y cloroquina están siendo evaluados tanto para el tratamiento como para la prevención en prexposición y postexposición con primeros resultados prometedores. Pronto conoceremos resultados de estos estudios en los cuales participan hospitales españoles.
Nuevos antivirales y otros ya conocidos ya se están evaluando, como es el caso de Remdesivir cuyos primeros resultados sugieren que podría ser eficaz en los primeros días de la enfermedad. Innovadores productos biológicos con acción antiinflamatoria como Tocilizumab están siendo evaluados y parece que podrían ser útiles al inicio de las fases más graves de la enfermedad, cuando el componente inflamatorio es mayor.
Tiempo necesario Otras moléculas como Baricitinib también se están ensayando. Pero esto lleva un tiempo y es probable que los avances científicos lleguen tarde para muchos. Por otra parte, los primeros enfermos tratados con suero de pacientes convalecientes han mostrado mejoría y esta medida se está evaluando en la actualidad.
Desde el comienzo de la pandemia se puso el punto de mira en una vacuna que fuera capaz de prevenir la infección, sin duda la mejor arma para luchar contra el covid19. Ay, ¿este es el mundo que querían los antivacunas?, pero eso es tema para otro artículo. Ya en 2002-2003 a raíz de la epidemia de SARS 1, muchos laboratorios se pusieron a trabajar con el desarrollo de vacunas y hay varios precursores con los cuales se han iniciado ensayos clínicos en voluntarios.
Estas investigaciones tienen varias fases, que incluyen la seguridad del producto como es lógico, y posteriormente la comprobación de su eficacia, todo ello con riguroso control. Experiencias anteriores como en el caso del Ébola han permitido que todo este proceso pueda acelerarse y reducir los tiempos a poco más de un año para poder tener todas las fases completadas.
En el hipotético caso de que pasadas estas fases hubiera una vacuna disponible, habría que tener en cuenta que los principales beneficiados de ésta serían las personas mayores y los inmunodeprimidos, grupos de mayor riesgo de mortalidad. Precisamente, las características del sistema inmune en estos grupos hacen que la respuesta a las vacunas pueda ser menor, detalle muy importante. Por otra parte, habría que tener en cuenta la duración de la inmunidad de la vacuna y si para mantener la protección sería necesario poner dosis adicionales periódicamente, como pasa con la gripe.
Vacuna ‘natural’ Por el momento, se desconoce si las personas que han pasado la enfermedad están “vacunados” de manera natural y por cuánto tiempo, algo decisivo a la hora de establecer medidas de prevención como las vacunas. Finalmente está el tema de la producción, que dependiendo de las características de la vacuna puede tener mayor o menor dificultad.
Lógicamente, producir miles de millones de dosis de una vacuna es tremendamente difícil y costoso y en los inicios no habría suficiente abastecimiento. ¿Quiénes serían los primeros beneficiados? Está claro, los países con mayor avance tecnológico y mejor posicionados en esta carrera en la que España comienza a abrirse camino.
Lo cierto es que el mundo de la ciencia nunca ha estado tan preparado como hoy para afrontar una pandemia como esta y que al igual que ha pasado en otras ocasiones se encontrará un remedio capaz de frenarla.
Hemos aprendido mucho de la pandemia de VIH y seguimos aprendiendo hoy en día, pero una lección que no podemos olvidar es que la salud humana está conectada íntimamente con la salud animal, vegetal y medio ambiental. Si queremos prevenir la aparición de nuevas pandemias en el futuro tendremos que mirar la salud pública desde esta nueva perspectiva de la Salud Única (One Health en inglés).