Una correcta alimentación es fundamental desde el nacimiento de un ser humano hasta su etapa de madurez adulta. Y es que tener unos buenos habitos nutricionales desde pequeños, nos ayuda a mantener una buena salud y un correcto desarrollo tanto mental como físico.
Es por ello que las profesionales de Grupo IHP, la Dra. María José Gil, junto a la nutricionista María Rodríguez Lazo, han elaborado una guía práctica donde los padres aprenderán a formar a sus hijos en una correcta alimentación en la que se establecen pautas por las cuales los más pequeños aprenden a comer sano y a no sentir miedos ni temores con respecto a algunos alimentos importantes para su crecimiento.
El bebé comienza a alimentarse en el mismo momento del nacimiento, en el que se le puede ofrecer lactancia materna, alimento más completo y recomendado, o en su defecto, leche de fórmula. Según las últimas recomendaciones, el lactante puede mantener la lactancia exclusiva los primeros 6 meses de vida, pudiendo comenzar con la alimentación complementaria no antes del cuarto mes y no después del sexto mes de vida.
La introducción de la alimentación complementaria ya no es tan rígida y programada como hasta hace unos años. Las recomendaciones se han modificado recientemente ofreciendo distintos métodos a los padres para alimentar a sus hijos, desde los clásicos purés triturados a alimentos enteros (BLW) o métodos mixtos.
El orden de introducción de los alimentos también es modificable, siempre dentro de un orden lógico, intentando hacerlo de forma progresiva y escalonada, y respetando los gustos y preferencias del bebé. Se recomienda introducir los alimentos de uno en uno, con intervalos de unos días (se deberán realizar las nuevas introducciones por el día, no por la noche, y dejando un margen de 2-3 días entre cada nuevo alimento y 3-5 días para alimentos alergénicos) para observar la tolerancia y la aceptación.
Asimismo, se recomienda aumentar progresivamente la consistencia de los alimentos y comenzar con texturas grumosas y semisólidas lo antes posible, nunca más tarde de los 8-9 meses. Cabe destacar que se han descrito problemas de alimentación a largo plazo y un consumo escaso de frutas y verduras en niños en los que se introdujeron tardíamente las texturas grumosas (más tarde de los 9 meses) y los que tienen contacto con sabores dulces desde el principio. La exposición precoz a diferentes sabores podría disminuir el riesgo de rechazo a probar nuevos alimentos, ya que el paladar es educacional.
Es muy importante respetar las señales de hambre y saciedad. Los padres ofrecen un alimento sano y los lactantes deciden la cantidad. No forzar a comer, distraer (pantallas, juguetes) o premiar. No prefijar una cantidad. Obligar, presionar o premiar son estrategias que interfieren con la percepción del niño de su propia saciedad y pueden aumentar el riesgo de sobrepeso, de problemas en relación con la comida y de escasa variedad a la hora de comer, en contraste con lo esperado (si identifica comida con castigo será mal comedor). Estas estrategias están desaconsejadas, así como ofrecer comida al lactante o preescolar como consuelo emocional.
Los alimentos básicos que deben estar incluidos en la dieta de cualquier bebé son: cereales, verduras, frutas, carnes, pescados, huevos, leche, aceite de oliva, y legumbres, básicamente. Esto ha sido también modificado en los últimos tiempos donde encontramos un aumento de familias vegetarianas o veganas que desean que sus hijos también lo sean, por lo que es necesario encontrar otra fuente de proteína alternativa de calidad. Para ello, es recomendable en muchos casos consultar con un nutricionista infantil para ajustar una dieta equilibrada y sin carencias. Asimismo, hay nutrientes que están estrechamente relacionados con el desarrollo cerebral, como el omega 3, por ejemplo (pescado azul, frutos secos) y la colina (huevo).
Por último, es importante tener claro los alimentos que se deben evitar durante la infancia como son los alimentos ricos en metales pesados como el mercurio (pez espada, atún rojo, cazón…), el cadmio (cabeza de marisco) y el plomo (carne de caza), las verduras ricas en nitratos (espinacas, acelgas, borrajas), los alimentos con alto contenido en arsénico como las bebidas y tortitas de arroz, la miel o las algas.
También es recomendable evitar los azúcares libres y alimentos superfluos con sabores muy potenciados (galletas, zumos…) y aquellos cuyo consumo tiene alto riesgo de atragantamiento (frutos secos enteros, palomitas, salchichas, uvas, aceitunas, manzana o zanahoria cruda…).